Martes, Agosto 15, 2017
Ciudades

El trabajo invisible de los obreros ediles en los 300 ríos que cruzan la ciudad de La Paz

TIERRA NOTICIAS. La cuadrilla de Guido no ve el sol durante varias jornadas en el año. Ellos trabajan en las entrañas de La Paz, haciendo un trabajo imperceptible pero de enorme beneficio para la población a través de la Secretaría Municipal de Gestión Integral de Riesgos (SMGIR), que es la instancia encargada del mantenimiento de las bóvedas que contienen el 60% de los cerca de 300 ríos que pasan por debajo de la ciudad. Es un trabajo arriesgado entre los cimientos de la hoyada.

La SMGIR, dependiente del Gobierno Municipal de La Paz (GMLP), es la dependencia a cargo del monitoreo, planes de contingencia y riesgos para la prevención de desbordes de los ríos que cruzan la urbe paceña, entre otras faenas. Su trabajo se interrumpe con la llegada de la época de lluvias, pero el resto del año dedica a mantener y reparar los embovedados por los que gravita la ciudad.

"Es un trabajo que no cualquiera quiere hacer pero tan necesario para prevenir posibles rebalses que podrían ser causales de catástrofes", dice el ingeniero Rubén Calisaya, fiscal de obras de la comuna, uno más de los especialistas que monitorean los niveles de agua entre los que también hay geólogos, ingenieros hidráulicos, civiles, hidrogeólogos y personal para la construcción de obras de sostenimiento.

En el corazón del tradicional mercado Rodríguez, una escalera de veinte peldaños separa la superficie del subsuelo. Allí abajo, una docena de obreros se encuentra por estos días realizando trabajos de limpieza y reparación del embovedado que mide 2.30 metros de ancho por 2.50 de alto y 12 de largo.

"Estamos retocando las soleras (bordes) y los muros. Es un trabajo arriesgado en épocas de crecidas; por ello, con las lluvias no podemos realizar estas labores porque podrían generar una inundación interna que afectaría no sólo a los trabajadores, sino también a los vecinos", indica Calisaya.

Guido desempeña esta dura labor desde hace cinco años. Ha recorrido varios de los embovedados que envuelven los ríos paceños "como el Apumaya, el Rosasani o el Irpavi". Se levanta antes de la salida del sol y cumple con las medidas de seguridad para trasladarse hacia las profundidades de la ciudad que lo vio nacer: Medio litro de leche como antídoto para el ambiente insalubre, además de botas, casco, guantes y barbijo para proteger las vías de respiración. Sucede que el ambiente nocivo de los túneles, donde confluyen toxinas que invaden el organismo y que pueden afectar órganos vitales como pulmones, riñones, hígado y corazón, además de contener elementos corrosivos para el tejido humano y otros componentes que irritan la nariz y la garganta, debe ser paliado con el consumo de leche, siguiendo las políticas de tratamiento adecuado para la salud que impulsa el GAMLP.

"La leche tiene propiedades tanto nutritivas como también para desintoxicación de materias extrañas que se alojan en el estómago, también tiene la propiedad de formar una película que protege las delicadas paredes internas y neutraliza determinado tipo de ácidos, por lo que es recomendada cuando una persona ingiere alguna sustancia química", explica el doctor José Beltrán.

En esa oscuridad avivada por una fila de focos de 100 watts, los obreros son testigos de la hostilidad de los líquidos que golpean contra la piedra. "Es increíble lo que puede hacer un chorro; en pocos meses nos encontramos con que la piedra se ha ido gastando con la caída del agua, lo que produce ‘caries' (huecos) que debemos reparar", dice Guido.

De la cifra cercana a las tres centenas, la SMGIR ha identificado que son cinco los ríos más peligrosos por la fuerza de su cauce en épocas de precipitaciones. El nombre del río Irpavi, que viene del aymara Irpawi y significa "que te lleva", es una pauta de ello. Los otros afluentes que causan zozobra con las lluvias son el Achumani, el Huayñajahuira, el Huayllani y el Kellumani. Pero no se puede descuidar a ninguno. Hasta hace algún tiempo, el antiguo Retén de Emergencias de la avenida Camacho era la única instancia que respondía a los eventos de riesgo, pero en los últimos años se han instalado un total de 13 bases y subbases de operación con los mismos objetivos. Y hace algunos meses, la Alcaldía adquirió una cámara de sondeo de alta tecnología, semejante a una sonda de endoscopía utilizada por los médicos, para examinar el interior de tuberías de agua y sistemas de alcantarillado sin necesidad de realizar excavaciones o perforaciones en los ductos.

"Lo que hacemos es realizar una evaluación previa de la infraestructura hidráulica del municipio. Ahí identificamos las prioridades para la intervención. Cuando vemos que hay un deterioro considerable en algún embovedado pues damos inicio a los trabajos de reparación del mismo. Contamos con diversos protocolos como el sistema de alerta temprana", explica el ingeniero Víctor Fernández, quien también adelanta que se trabajará en la canalización del río Choqueyapu, a la altura del Campo Ferial, desde el mes de septiembre.

Esta labor de los obreros del subsuelo empieza con la construcción de protectores como si de una represa se tratara, para la interrupción del paso del agua que es encauzada por tubos y cañerías de plástico. Estas barreras construidas con mezcla de cemento, arena y agua, son acompañadas con bolsas de cal que ayudan a la absorción de los líquidos, para así proceder a la ubicación de las soleras o mampostería dañadas.

Luego de ello se da inicio a la limpieza de las bóvedas que generalmente acarrea desperdicios que deben ser removidos de entre las uniones de las piedras que dan forma a las paredes y al suelo de las grutas. "Es como tapar una muela, por esos les llamamos ‘caries', que se han formado con la fuerza de la caída del agua. Si no las reparamos a tiempo podría ser fatal", explica Guido. En su andar por las entrañas paceñas, este obrero que no ha pasado los 30 años dice que ha encontrado de todo, "pero una vez me ha llamado la atención dar con una pelota de racket enterita, casi me la llevo para jugar", dice sonriendo. Estos escombros expulsados, además del material de construcción, deben ser removidos urgentemente pues sino podrían provocar taponamientos.

Por otro lado, el hecho de que se trate de una labor riesgosa no significa que haya distinción de género. También hay mujeres que trabajan, si bien no dentro los túneles que a veces alcanzan el metro de alto por el metro de ancho, en la preparación del material de construcción que finalmente ayudará a reparar lo dañado. Como Juana, que es otra de los obreros que por estos días coadyuva en las labores del embovedado del túnel del mercado Rodríguez. "Somos tres mujeres que preparamos el material y se lo alcanzamos a los albañiles que están abajo. Sabemos que es peligroso aunque para nosotras no tanto. Igual, con las medidas de seguridad que nos obligan estamos más tranquilas".

Ella y el resto de obreros inicia sus jornadas a las ocho de la mañana y trabajan de continuo hasta las cinco de la tarde. Almuerzan por unos minutos y las hojas de coca son parte de esa salvedad que los ayuda a combatir el frío, por el contacto con un ambiente húmedo, además del hambre y el cansancio. Tras la jornada laboral, un buen baño aguarda por todos en las instalaciones de la SMGIR en Alto Obrajes, para contrarrestar posibles contaminaciones. Y así hasta el día siguiente en que los espera otra dura faena por los fondos ocultos de la ciudad.

 

Ciudades

La Paz: Alcaldía retira más de 300 candados del amor

Tierra Plus: Noticias de Bolivia